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19 abril 2025

Deporte indígena: una política nacional que aún no corre con nosotros

  • La omisión de lo indígena no es técnica, es política. Chile está en deuda con sus pueblos originarios en materia de prácticas corporales y deporte.
  • Hay temas urgentes que aún no entran en la discusión institucional: ¿por qué no levantar una definición propia de deporte indígena o prácticas corporales ancestrales? ¿Por qué no pensar el movimiento más allá del rendimiento y la industria? ¿Hasta cuándo se nos exigirá traducir nuestras prácticas a una lógica que no nos pertenece?

Carolina Kürüf
Por : Carolina Kürüf
mapuche, Prof. de educación física, Dra. en educación
18 abril, 2025


En el proceso de actualización de la Política Nacional de Actividad Física y Deporte 2026-2037 se está llevando a cabo la presentación de los avances de datos y opiniones obtenidos de una serie de encuentros con la ciudadanía y personas expertas. A primera vista, el esfuerzo por incorporar participación ciudadana y un enfoque territorial parece alentador. Sin embargo, al examinar los contenidos y las conclusiones a las que llega finalmente, más allá de las tristes cifras de aumento de inactividad física, hay una ausencia evidente de las prácticas corporales indígenas y un desconocimiento disfrazado en discursos de deporte integral y de interculturalidad.

En los resultados parciales de esta actualización, las prácticas corporales ancestrales (y me referiré solo a la mapuche en esta columna) siguen siendo apenas una nota al pie en un país que proclama el deporte para todos y todas.

Según los datos otorgados por el Ministerio del Deporte, de 22 mil participantes, 162 personas representaban comunidades indígenas. ¿Es eso suficiente para legitimar la idea de inclusión intercultural en temas de prácticas corporales indígenas? No. Aun así, se detectan dentro de las barreras a superar la falta de reconocimiento y valoración, junto a los prejuicios sociales que existen con respecto a estas prácticas.

También hay algunos datos en cuanto a desafíos de la política ligados a los temas de educación, cultura y reconceptualización de la idea de salud por bienestar, pero nada de esto ligado al mundo indígena. En el mismo sentido, ni en los objetivos estratégicos propuestos, ni en los principios rectores, ni en las líneas de acción aparece con claridad la valorización o intención de una política deportiva que vincule los saberes ancestrales con el deporte moderno, ni siquiera como práctica pedagógica y comunitaria. Es decir: nuestras prácticas no importan en la planificación nacional del bienestar corporal de la ciudadanía.

El concepto de bienestar integral, uno de los principios más valorados por la ciudadanía en esta política, no puede seguir abordándose desde una visión biomédica o centrada exclusivamente en la actividad física moderna. Para los pueblos originarios, el bienestar es inseparable del territorio, del vínculo comunitario, la mirada que se tiene del “ser persona”, del juego como aprendizaje cultural y de la expresión corporal que comunica identidad.

Si realmente se busca equidad, se deben abrir nuevas aristas en el concepto de salud, deporte, actividad física y juego. Si hoy no se incluyen mecanismos efectivos para incorporar estas prácticas en la Ley del Deporte, no es por falta de propuestas, sino porque se sigue reconociendo únicamente una definición de deporte: la moderna, eurocentrada y competitiva; y una definición de salud: la biomédica.

Chile tiene antecedentes históricos del vínculo entre prácticas corporales mapuche y política pública: intentos de legislación, declaraciones del palin como deporte nacional, iniciativas de torneos o encuentros con financiamientos esporádicos. Pero estas acciones carecen, unas de validez y otras de desarrollo social equitativo, porque aún hay una mirada colonial y monocultural hacia las prácticas corporales ancestrales mapuche, sumada a una profunda ignorancia e invisibilidad.

Si el Estado sigue generando leyes que no representan la diversidad histórica y contextual de lo corporal, será difícil pensar en avanzar en justicia y equidad, frente a uno de los temas fundamentales para el bienestar del ser humano: las prácticas corporales.

Hay temas urgentes que aún no entran en la discusión institucional: ¿por qué no levantar una definición propia de deporte indígena o prácticas corporales ancestrales? ¿Por qué no pensar el movimiento más allá del rendimiento y la industria? ¿Hasta cuándo se nos exigirá traducir nuestras prácticas a una lógica que no nos pertenece?

La omisión de lo indígena no es técnica, es política. Chile está en deuda con sus pueblos originarios en materia de prácticas corporales y deporte. La interculturalidad en la actualización de la política nacional del deporte y la actividad física exige más que menciones simbólicas: requiere participación vinculante, decisiones informadas desde los territorios y reconocimiento efectivo de nuestras formas lúdicas, corporales ancestrales y de resistencias actualizadas de estos saberes, que por cierto también existen.

Si el Estado desea realmente una política nacional que represente a todas y todos, debe dejar de correr en círculos y empezar a caminar con los pueblos que han habitado este territorio desde siempre.

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