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14 noviembre 2024

Domitila Cuyul Cuyul comenzó su maravilloso viaje al otro lado del mar, del espacio y del tiempo Mapuche

Mapulugün. En memoria de Domitila Cuyul  Cuyul.

En las manos de Domitila estuvo algo más profundo que la religiosidad. En su esencia estaba la unión de los tiempos pasados con los nuevos y los que vendrán. Por consiguiente, fue un tesoro humano vivo que supo sintetizar en cada ceremonia que presidió junto a su pueblo la rica historia cultural de sus ancestros.


Álvaro Vogel Vallespir. Historiador – Profesor de Historia.
12 de noviembre de 2024


Con el descubrimiento de América —o de nuestras etnias a Europa, depende de cómo lo quieran ver— hemos tenido por siempre el desafío de aprender a conocer y valorar nuestras culturas ancestrales. En Chile, los pueblos prehispánicos nos han dejado un legado material e inmaterial inestimable, configurando un trabajado sincretismo cultural que es parte de nuestra idiosincrasia (y mestizaje). Por ende, le debemos eternos agradecimientos a los que estaban antes de nosotros los chilenos.

Ya expresada la idea anterior, hoy le rendiremos tributo a Domitila Cuyul, quien en estos momentos emprende su viaje hacia el poniente al otro lado del mar donde van las almas de los muertos. Nos dejó a los 97 años de edad, un siglo en la práctica, para esta gran Maestra de Paz de la cultura Huilliche. Asimismo, nos legó un regalo hermoso: la profundidad de la enseñanza, el recuerdo y el cultivo de la memoria para mejorar el presente de muchas familias indígenas del Sur.

No hay un consenso claro entre los especialistas sobre la historia real del pueblo Huilliche, pues cada estudio, historiografía o análisis antropológico es reflejo de su tiempo y define a este ancestral pueblo con diferentes matices (bastante similares). Aun así, los reconocen genéricamente como los Mapuches del Sur. Este grupo autóctono habita, aunque con más frecuencia antaño, desde el río Toltén hasta Chiloé, con mayor presencia en Valdivia, Osorno y la cuenca del lago Llanquihue. Si bien en términos generales aún suelen ser confundidos con los Mapuches y Picunches, tienen algunas diferencias sutiles como el idioma, aunque al fin y al cabo son la gente de la tierra, los más representativos de la zona sur en las tierras de Arauco y sus postrimerías.

Los Huilliches siempre han sido menos numerosos que los Mapuches; posiblemente, su lejanía del centro neurálgico del país los condicionó a ser bastante pacíficos y claramente menos bélicos que sus vecinos del norte, destinando más tiempo a los cultivos donde fueron sobresalientes agricultores del maíz, entre otros productos. Aportaron su conocimiento a la tradición cultural de la papa chilote, tan apetecida por muchos y hoy tan referencial de la isla del Trauko. Con el devenir de la historia, se han trasformado en hábiles pescadores y recolectores de mariscos.

Este es el pueblo donde nació y creció Domitila, un 12 de abril de 1927, en pleno caos nacional político antes de que asumiera Carlos Ibáñez. Ya a sus cortos 12 años de vida, fue elegida por 6 comunidades aledañas como su representante para estudiar los misterios de la Maestra de Paz —tal como se hace con la Machi—. La elección de Domitila no fue al azar; fue parte de un proceso iniciado en 1930 que buscaba revitalizar la religiosidad huilliche, es decir, formar nuevos líderes religiosos que fueron educados por un Maestro de Paz en título, como lo fue Juan de Dios Cheuquian, quien fue invitado por el Lonko Juan Fermín Lemuy.

Ambos personajes tenían en mente no solamente levantar una nueva generación de Maestros, sino que además recuperar el idioma, salvar las ceremonias indígenas y reintroducir las rogativas que con el paso de la modernidad se iban perdiendo… Fue el primer peldaño que dio esta mujer a la herencia cultural que fue reconocida el año 2015 con el título de tesoro humano.

Entonces, en las manos de Domitila estuvo algo más profundo que la religiosidad. En su esencia estaba la unión de los tiempos pasados con los nuevos y los que vendrán. Por consiguiente, fue un tesoro humano vivo que supo sintetizar en cada ceremonia que presidió junto a su pueblo la rica historia cultural de sus ancestros. Hay al menos tres momentos anuales importantes que necesitan ser guiados por una Maestra de Paz que resume su labor en cada práctica o ceremonial que se realiza, generando en los asistentes una reiteración de algo que viene siendo enseñado, aprendido y trasmitido de generación a generación. El guillatún, la ceremonia de nombramiento de los lonkos Huilliche y el we tripantu no han estado ausentes en la rica tradición de esta autoridad religiosa.

¿Cuál es la importancia de ser un tesoro humano?

No hay una definición exacta para tamaño cuestionamiento. Sin embargo, prima lo inmaterial, pues, aunque tiene soportes materiales, es una enseñanza que se transmite por medio de la experiencia oral. En el caso de Domitila, es la comunión cotidiana que tenía con su pueblo y sus actividades tradicionales, como, por ejemplo, salir de pesca, bendecir sus tareas relacionadas con el trabajo en el mar, la siembra de mariscos, el respeto por el equilibrio con el medio ambiente. Al igual que una Machi, esta Maestra es una experta en hierbas medicinales que buscan atenuar las enfermedades, logrando no solamente un alivio corporal, sino un puente de confianza y pertenencia con su comunidad que día a día la respetó, llegando a ser una pieza fundamental para el universo Huilliche.

La Sra. Domitila Cuyul lleva 73 años ejerciendo su rol de Maestra de Paz, realizando ceremonias tanto de tierra como de mar (ceremonias terrenales y marinas, como dice ella), 3 ceremonias al año: Nacimiento del Niño Dios, resurrección de Cristo, e inicio de las siembras. Rogativas marinas, bendecir corrales y embarcaciones, entre otras, en donde cuenta con la participación de las comunidades y personas huilliches interesadas en mantener la cultura local. (Biblioteca pública de Quellón, 2012). Por lo tanto, es una fiel herramienta viva del sincretismo entre lo que su pueblo siempre ha cultivado culturalmente y la introducción del mestizaje con los españoles y las creencias religiosas católicas, otorgando un sentido nuevo a las relaciones humanas en el sur de Chile.

Cuando nos deja una persona que encarna valores tan preciados en la cultura, la sociedad y en la religiosidad de un pueblo, se nos presenta una tarea titánica: recordarla y dar a conocer su vida y legado para que una nueva generación asuma la posta y continúe como en el pasado ejerciendo esta misión de Maestra en medio de su pueblo, dándole una continuidad histórica a esta ancestral ocupación.

Por su puesto, sería hermoso agregar en esta lista a personas tan elementales que han puesto su grano de arena por mejorar y forjar la nación donde vivimos. A modo de ejemplo, tenemos el vendedor de Motemei que desde la autora de la colonia con su canasto de mimbre cuando cae la penumbra recorre las calles con su farolito, polainas y su manta de Castilla cual Manuel Rodríguez gritando a voz de cuello «Calentito el Motemei» y agregando unos piñones recién cocidos en una lejía de agua con ceniza… También, como no, incluir a un chinchinero que pasa de padre a hijo la enseñanza de este oficio casi perdido en el tiempo, pero que al mover sus tambores aún congrega a los niños que no pueden creer que existan estos personajes de carne y hueso. Si son capaces de apagar sus celulares, podrían ver aún otros seres atemporales.

Potencialmente todos podemos ser artífices del rescate del pasado y contribuir a mantener viva la memoria. Solo debemos pedir a nuestros abuelos si nos enseñan a poner los tirantes de un volantín o bien si nos hacen una ñecla con algún retazo de diario, a pulir las bolitas para jugar a la hachita y cuarta. Necesitamos solicitar a nuestras abuelas un trozo de lana o pitilla y algunos de sus botones para hacer un run-run. En definitiva, Domitila es una historiadora popular, una Maestra de un pueblo que lucha día a día por mantener sus tradiciones. Esperamos que hayan más Domitilas Huilliches, que hagan perdurar en el tiempo la rica historia de nuestros pueblos indígenas, que son la base de nuestra esencia nacional.

El tesoro humano es un homenaje justo a las personas anónimas que a diario dan lo mejor de sí para el desarrollo armónico de una sociedad más justa.

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