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24 noviembre 2024

La influencia del pueblo mapuche en Bernardo O´Higgins

El documento más significativo y polémico es la carta que O´Higgins -siendo ya Director Supremo- le manda a “Nuestros hermanos los habitantes de la frontera del sud”: “os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia, y está a punto a ratificar este reconocimiento por un acto público y solemne, firmando al mismo tiempo la gran Carta de nuestra alianza para presentarla al mundo».


Por Álvaro Vogel. Historiador.
Publicado en Le Monde Diplomatique Chile
3 de marzo de 2024


No da lo mismo nacer en el norte, en el centro o en el sur de chile. Es muy probable que el determinismo geográfico haya marcado la conexión que O´Higgins tuvo con los mapuches. Podemos discutir desde las fuentes y la historiografía si esta relación fue real y de profunda admiración o bien una apariencia superficial para buscar idealizar un pasado de epopeya que buscara sustentar con más fuerza la independencia. Sin embargo, a lo largo de su vida, este padre de la patria se sintió atraído por el legado Mapuche además de tener trato directo con ellos.

En su infancia y parte de su juventud, O´Higgins, transita en los sectores cercanos a la mítica frontera con la Araucanía, por consiguiente, le resultó muy amena una convivencia con los dueños de Arauco quienes le enseñaron múltiples lecciones y le dieron muestras de una lealtad duradera. Varios autores biógrafos del prócer han concluido que en los iniciales años en la vida de Bernardo hay más episodios de dudas que, de certezas, empero, los primeros lazos con nuestros ancestros originarios los logró en edad escolar en un colegio internado administrado por sacerdotes franciscanos, donde justamente sus compañeros fueron hijos de caciques con los cuales fue forjando una amistad genuina. Su padre Ambrosio fue un gitano en tierras mapuches impregnándose con elementos culturales y copiando algunas de sus estrategias militares, tanto así que llegó a ser nombrado Brigadier General de la frontera de Arauco.

Por encima de su educación con preceptos de evangelización, el idioma indígena y las costumbres de sus compañeros no estuvieron ausentes y se fue creando una asimilación entre las ideas coloniales, el pensamiento criollo que abrazaba la causa emancipadora y el gran peso de la historia mapuche. Según el historiador Álvaro Góngora, este sentido de pertenencia se logró con la “familiaridad diaria con los llamados araucanos dejó una huella sentimental arraigada; se trataba de un pueblo aguerrido, que rememoraba a sus próceres Caupolicán, Lautaro y Lientur” (O´Higgins 2018).

Esta complicidad con sus compañeros de banco va a perdurar para siempre creando lazos de reciprocidad, además en una de las conversaciones que sostuvo con Simón Bolívar, O´Higgins se hacía llamar “el soldado araucano”.

El documento más significativo y polémico es la carta que O´Higgins -siendo ya Director Supremo- le manda a “Nuestros hermanos los habitantes de la frontera del sud”. Es importante por ser un reconocimiento público a la causa mapuche y polémico, puesto que no se materializó la idea más allá del discurso. En palabras de Bernardo Subercaseaux, hay una dualidad entre la admiración y la necesidad de civilizar a los mapuches, es decir, una perspectiva con una fuerte dicotomía que a mi juicio se mantiene aún vigente cuando contemplamos con respeto hermosas estatuas mapuches, pero al mismo tiempo podemos observar como sacan de la vía pública sin miramientos a una “Chuchu”(Abuela) por vender algunos de sus productos autóctonos aparte de las normativas legales que a veces tienen poco sentido común con nuestra etnia más numerosa.

Pero vamos a la fuente escrita en marzo de 1818, donde en síntesis la frase más potente es la identificación por parte de O´Higgins sobre la independencia de los mapuches y sus tierras, citamos textual: “os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia, y está a punto a ratificar este reconocimiento por un acto público y solemne, firmando al mismo tiempo la gran Carta de nuestra alianza para presentarla al mundo como el muro inexpugnable de la libertad de nuestros Estados”. (13 de marzo de 1819)

El contexto de esta declaración de O´Higgins es de optimismo, pues logran socavar el poder español en parte fundamental de Chile luego de un periodo de reconquista durísimo (1814-1817) donde no estuvo exento el dolor. Pese a lo dramático que fue el exilio para muchos chilenos, el aprendizaje fue clave y el predominio de los mapuches en las tierras de Arauco fueron también una garantía de peso para vencer a las tropas españolas. Salta además la más potente de las historias, “La guerra de Arauco”. Siglos de dureza contra España hacían considerar una simpatía al pueblo mapuche en la historia nacional.

Lo más siniestro es que esta carta estuvo 190 años oculta en el sistema educativo, ¿Deliberadamente? Lo cierto es que recién en el 2010 se dio a conocer. No podemos jugar a las conjeturas, pero de haber sido pública y material de estudio en el pasado, hoy la causa mapuche en algunas de sus perspectivas podría tener un análisis diferente. Esta misiva fue publicada en una gaceta ministerial donde pocos prestaban atención y leían. En el rescate de esta fuente se ve el trabajo minucioso de los archivistas, sin ellos, estas joyas estarían olvidadas para siempre. En lo estrictamente histórico esta idea de O´Higgins comentada en esta correspondencia no logró materializarse en parte por su abrupta salida de chile, no obstante, en 1825 bajo el gobierno de Ramón Freire, el Estado de Chile reconocía la soberanía mapuche desde el río Biobío hacía el sur. Décadas después este tratado sería violado tras la pacificación de la Araucanía que a la postre terminó siendo una lamentable masacre.

Siempre que hablamos de O´Higgins lo terminamos relacionando con José Miguel Carrera y aunque muchos se centran en su rivalidad, tenían en común su admiración por el pueblo mapuche. Si de símbolos se trata, analizando el asombro de Carrera, encontramos en el escudo nacional una pareja Mapuche que no pasa desapercibida. Simboliza la sangre araucana que corre por las venas del nuevo país, pero también una clara alusión a diferenciarnos con Europa. Hoy con una distancia de más de 200 años podríamos agregar que los chilenos de antaño lograron sincretismos con sus pueblos originarios y en el presente la presencia de esta idea se mantiene en la vida cotidiana: calles, dichos populares, comidas, palabras y un largo etcétera que debería ser un motivo de reconocimiento y orgullo.

Con anterioridad había señalado en otro trabajo, la logia Lautaro que tenía como fin específicamente lograr el proceso de independencia se inspiró en uno de los guerreros mapuches más conocidos y favoritos por el público en la literatura nacional. La imagen de Leftrarú tiene una unión simbólica y es un puente histórico atemporal con un enemigo en común. “España”.

A pocos le caben dudas que O´Higgins fue un personaje de ideales fuertes. Los Mapuches no solamente concitaron su interés, sino que además un profundo respeto. Si su identificación con ellos ya fuera abismal o superficial, es y será siempre un juicio subjetivo de la historia y de su devenir. No es menor que en el inicio de la historia republicana la presencia mapuche fuera inspiradora para los primeros próceres. Quizás una buena forma de rendir homenaje a O´Higgins es revisar la inherencia de la idiosincrasia y advertir puntos en común que tenemos con los pueblos originarios. Estoy seguro que Bernardo estaría feliz de un país más unido pese al conflicto actual en las tierras de Arauco.

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«El Supremo Director del Estado a nuestros hermanos los habitantes de la frontera del Sud.

Chile acaba de arrojar de su territorio a sus enemigos después de nueve años de una guerra obstinada y sangrienta. Sus fuerzas marítimas y terrestres, sus recursos y el orden regular que sigue la causa americana en todo el continente, forman un magnífico cuadro, en que mira afianzada su Independencia.

Las valientes tribus de Arauco, y demás indígenas de la parte meridional, prodigaron su sangre por más de tres centurias defendiendo su libertad contra el mismo enemigo que hoy es nuestro. ¿Quién no creería que estos pueblos fuesen nuestros aliados en la lid a que nos obligó el enemigo común? Sin embargo, siendo idénticos nuestros derechos, disgustados por ciertos accidentes inevitables en guerra de revolución, se dejaron seducir de los jefes españoles. Esos guerreros, émulos de los antiguos espartanos en su entusiasmo por la independencia, combatieron encarnizadamente contra nuestras armas, unidos al ejército real, sin más fruto que el de retardar algo nuestras empresas y ver correr arroyos de sangre de los descendientes de Caupolicán, Tucapel, Colocolo, Galvarino, Lautaro y demás héroes, que con proezas brillantes inmortalizaron su fama.

¿Cuál habría sido el fruto de esta alianza en el caso de sojuzgar los españoles a Chile? Seguramente el de la pronta esclavitud de sus aliados. Los españoles jamás olvidaron el interés que tenían en extenderse hasta los confines del territorio austral. Sus preciosas producciones, su incomparable ferocidad, y su situación local, han excitado siempre su ambición y codicia. Con este objeto han mantenido continua guerra contra sus habitantes, suspendiéndola sólo cuando han visto que no hay fuerza capaz de sujetar a unos pueblos que han jurado ser libres a costa de todo sacrificio. Pero no han desistido de sus designios, pues en los tiempos que suspendieron las armas fomentaron la guerra intestina, para que destruyéndose mutuamente los naturales, les quedase franco el paso a sus proyectos. Entre tanto el comercio no era sino un criminal monopolio; la perfidia, el fraude, el robo y en fin todos los vicios daban impulso a sus relaciones políticas y comerciales.

Pueblos del Sud, decidme si en esto hay alguna exageración; y si por el contrario apenas os presento un lisonjero bosquejo de la conducta española, convendreis precisamente en que dominando España a Chile, se hubiera extendido sobres vuestros países como una plaga desoladora, concluyendo con imponeros su yugo de fierro que acaso jamás podríais sacudir.

En el discurso de la guerra pensé muchas veces hablaros sobre esto, y me detuve porque conocí que estabais muy prevenidos a cerrar los oídos a la voz de la verdad. Ahora que no hay un motivo de consideración hacia vosotros, ni menos a los españoles, creo me escucharéis persuadidos de que sólo me mueve el objeto santo de vuestro bien particular y del común del hemisferio chileno.

Nosotros hemos jurado y comprado con nuestra sangre esa Independencia, que habéis sabido conservar al mismo precio. Siendo idéntica nuestra causa, no conocemos en la tierra otro enemigo de ella que el español. No hay ni puede haber una razón que nos haga enemigos, cuando sobre estos principios incontestables de mutua conveniencia política, descendemos todos de unos mismos Padres, habitamos bajo de un clima; y las producciones de nuestro territorio, nuestros hábitos y nuestras necesidades respectivas no invitan a vivir en la más inalterable buena armonía y fraternidad.

El sistema liberal nos obliga a corregir los antiguos abusos del Gobierno español, cuya conducta antipolítica diseminó entre vosotros la desconfianza. Todo motivo de queja desaparecerá si restablecemos los vínculos de la amistad y unión a que nos convida la naturaleza. Yo os ofrezco como Supremo magistrado del pueblo chileno que de acuerdo con vosotros se formarán los pactos de nuestra alianza, de modo que sean indisolubles nuestra amistad y relaciones sociales. Las base sólidas de la buen fe deben cimentarlas, y su exacta observancia producirá la felicidad y seguridad de todos nuestros pueblos. Se impondrá penas severas a los infractores, que se ejecutarán a vista de la parte ofendida, para que el ejemplo reprima a los díscolos.

Nuestras Escuelas estarán abiertas para los jóvenes vuestros que voluntariamente quieran venir a educarse en ellas, siendo de cuenta de nuestro Erario todo costo. De este modo se propagarán la civilización y luces que hacen a los hombres sociales, francos y virtuosos, conociendo el enlace que hay entre los derechos del individuo y los de la sociedad; y que para conservarlos en su territorio es preciso respetar los de los pueblos circunvecinos. De este conocimiento nacerá la confianza para que nuestros comerciantes entren a vuestro territorio sin temor de extorsión alguna, y que vosotros hagáis lo mismo en el nuestro, bajo la salvaguardia del derecho de gentes que observaremos religiosamente.

Me lleno de complacencia al considerar hago estas proposiciones a unos hombres que aman su independencia como el mejor don del Cielo; que poseen un talento capaz de discernir las benéficas intenciones del pueblo chileno; y que aceptándolas, desmentirán el errado concepto de los europeos sobre su trato y costumbres,

Araucanos, cunchos, huilliches y todas las tribus indígenas australes: ya no os habla un Presidente que siendo sólo un siervo del rey de España afectaba sobre vosotros una superioridad ilimitada; os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia, y está a punto a ratificar este reconocimiento por un acto público y solemne, firmando al mismo tiempo la gran Carta de nuestra alianza para presentarla al mundo como el muro inexpugnable de la libertad de nuestros Estados. Contestadme por el conducto del Gobernador Intendente de Concepción a quien he encargado trate este interesante negocio, y me avise de nuestra disposición para dar principio a las negociaciones. Entre tanto aceptad la consideración y afecto sincero con que desea ser vuestro verdadero amigo.

Bernardo O’Higgins R.

SANTIAGO, Sábado 13 de Marzo de 1819″.

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