En mi experiencia como extranjera que lleva años investigando y compartiendo con las comunidades huilliche, considero que el lugar común desde el cual se cuentan las noticias nacionales obstaculiza comprender que el trato es con comunidades que tienen miles de años de conocimiento cultural y salvaguarda como pueblo; su rol en muchos casos es de protectores de la naturaleza y defensores de los sitios donde viven los espíritus guardianes (Ngen), algo que podría compararse con la gestión de desastres, aunque con otro sentido y profundidad. Su resistencia indica que el ritmo de extractivismo de este país se tiene que detener.
Por : Sarah Kelly, Doctorada en geografía de la Universidad de Arizona. Comenzó su trabajo en Chile en 2012, como becaria de Fulbright y luego un postdoctorado financiado por ANID y CIGIDEN. Actualmente es investigadora adjunta en CIGIDEN, Andes Lab Sur y Dartmouth College.
El pasado mayo viajé hasta Noruega. Lo hice para acompañar a la delegación mapuche-huilliche en su largo recorrido desde el sur de Chile para proteger el río Pilmaiquén. El motivo, un prolongado conflicto que la empresa estatal noruega Statkraft desató a raíz de la instalación de un proyecto hidroeléctrico en su territorio. Además de sostener reuniones históricas con el pueblo indígena Sámi, también envuelto en un conflicto con Statkraft por el desarrollo de energía eólica en territorio ancestral, la delegación huilliche se presentó ante miembros del Parlamento noruego, ministros y una multitud abarrotada que vio a la machi Millaray subir al escenario de un popular teatro en Oslo.
Soy geógrafa formada en investigación participativa; llegué a Chile por primera vez en 2013 y a Wallmapu en 2014, siempre con el foco en los conflictos por el agua en territorio Mapuche. Durante diez años me he sentado a escuchar diálogos entre líderes mapuche-huilliche con otros territorios, con grupos y empresas de consultoría y con el Estado chileno. En todo este tiempo, la frase que he oído repetidamente es “nivelar la cancha”; es decir, asegurarse que haya términos para un diálogo equitativo. Y si bien esto es importante, la experiencia de viajar a Noruega ayudó a reformular esa frase, hasta preguntarnos dónde comienza y dónde termina ese campo de diálogo.
Tras la machi Millaray, Stephen Sparks, antropólogo noruego y vicepresidente de Statkraft, subió al escenario. En su discurso, comentó algo que ya ha mencionado en ocasiones anteriores: ¿cómo puede ser tan sagrado el sitio de Ngen Kintuante si él como extranjero pudo asistir a ceremonias allí? Con esta sencilla suposición, Sparks permite apreciar la distancia con la que este forastero demuestra conocer su territorio sagrado. Esa brecha que las palabras, las reuniones breves y las visitas no pueden romper evidencia que lo que se necesita en estas causas es justicia procesal, es decir, cómo procesalmente se pueden contemplar diferentes formas de conocer el agua, el territorio y la energía en los asuntos legales. Esto, en parte, señala la urgente necesidad de un cambio cultural.
El que Nueva Zelanda haya reconocido oficialmente la ley maorí les ha pedido cambios: capacitar a jueces predominantemente blancos sobre cómo interpretar la ley indígena, así como exigir que todos los estudiantes e investigadores reciban una preparación significativa para, idealmente, no realizar investigaciones insensibles o extractivas que involucren a pueblos indígenas.
En Chile, esto podría partir cuestionando la continua criminalización al pueblo mapuche. En mi experiencia como extranjera que lleva años investigando y compartiendo con las comunidades huilliche, considero que el lugar común desde el cual se cuentan las noticias nacionales obstaculiza comprender que el trato es con comunidades que tienen miles de años de conocimiento cultural y salvaguarda como pueblo; su rol en muchos casos es de protectores de la naturaleza y defensores de los sitios donde viven los espíritus guardianes (Ngen), algo que podría compararse con la gestión de desastres, aunque con otro sentido y profundidad. Su resistencia indica que el ritmo de extractivismo de este país se tiene que detener.
Inmerso en la redacción de una nueva Constitución, Chile aún no logra ponerse de acuerdo sobre qué es el agua. Para las comunidades mapuche-huilliche en el territorio de Pilmaiquén, el río es fundamental para su autodeterminación como pueblo. En su discurso en Oslo, la machi Millaray explica que el sitio ceremonial sagrado es un amonkuwe (movimiento de las aguas) de aguas que fluyen e incluye ríos, arroyos y otros planos donde las gotas de agua unen dimensiones intangibles. Esto ayuda a comprender que el Agua y la Tierra no pueden verse por separado, por lo tanto, ella indicó que la ruca sagrada de Ngen Kintuante implica conexiones directas con la Wenu Mapu: Tierra de arriba.
El lugar desde donde se presenta un discurso impacta en la forma como se escucha. En la soleada primavera noruega, las palabras de la machi golpearon profundamente a muchos. Después de las reuniones en Oslo, tomamos un tren nocturno a Trondheim, donde hubo reuniones con los oyentes de renos Sámi de Fosen, quienes esperan que el Estado noruego se ocupe de las injusticias que el tribunal supremo determinó que han cometido, al aprobar la construcción de un gran proyecto de energía eólica en territorio sagrado sin el debido consentimiento. En Chile, la policía protege las oficinas y el sitio de construcción de Statkraft. Y mientras que Noruega debe garantizar que sus empresas cumplan con los estándares legales de dicho país, en Chile, Statkraft funciona como una empresa independiente de su Estado para mantener la competencia en el mercado global.
Entonces insisto: ¿dónde debe ocurrir el diálogo durante los conflictos transnacionales que involucran a los pueblos originarios? Por estos días, la Consulta Indígena guiada por monumentos nacionales y que las comunidades pidieron se hiciera en la ruca arriba de Kintuante está retrasada, el motivo es la negación de Statkfraft. ¿Quienes toman las decisiones sobre los términos de diálogo? El Convenio 169 estipula que se debe reconocer su forma ancestral de representación y reunión, y que esos términos sean fijados por empresas privadas y no por autoridades ancestrales es algo recurrente. ¿Se otorgará a los indígenas poder de veto sobre proyectos de desarrollo económico que afecten su territorio? De no ser así, ¿es posible replantear su resistencia como protección territorial y no criminalizar sus respuestas?
La cancha puede ser algo metafórico. Sin embargo, también es una especie de frontera que protege (o vulnera) los templados y lluviosos bosques violáceos del sur de Chile. Como científica, observo y escucho a la gente, y nunca antes vi ese nivel de itrofilmogen, o vida. Es en ese territorio ancestral que los mapuche conservan su lawen (plantas medicinales) y otros aspectos de la vida de estos pueblos de sabiduría milenaria. En esta época de rápido cambio climático, estos diálogos no ameritan menos que espacios justos, transparentes y equitativos.