La ocupación militar fuera vista con simpatía por parte del Estado. Una justificación burda pero efectiva; hay casos de compras de tierra por sumas irrisorias que prácticamente fueron ilegales
El concepto empleado, «Pacificación», es el equivalente a lo que pasaba en Europa en el mismo siglo XIX, «Rol civilizador», que fue un eufemismo para tapar una brutal política de imperialismo y colonialismo que buscaba despojar de materias primas a continentes que hoy aún siguen sumidos en la pobreza extrema.
Por: Álvaro Vogel Vallespir
Historiador y profesor.
02 de diciembre de 2024
Antes de que los españoles rompieran el equilibrio que tenían los pueblos originarios con nuestra tierra, otros grupos sociales también quisieron fragmentar la armonía existente. Los Incas, con Huayna Capac -quizás el mejor gobernante prehispánico de la historia peruana— emprendieron su famosa expansión territorial hacia los distintos rumbos que ellos llamaron «los Suyos». Aun así, el Imperio Inca no tuvo oponentes en esta idea de anexión de tierras; sin embargo, cuando pasaron por Chile central, jamás pensaron que un pueblo les haría frente sin temor y los mandaría de vuelta por donde vinieron; tal fue la hazaña Mapuche que da para un canto de epopeya.
¿Qué tiene que ver el párrafo anterior con el tema en cuestión? Mucho, ya que los Incas al irse dijeron: ustedes quedarán en la memoria como los Aukanes (Aukan), es decir como los rebeldes que no pudieron ser sometidos por este gran imperio. Los Incas ya habían subyugado a los chancas, aimaras, atacameños y diaguitas, entre otros. Pero más allá de eso, este episodio está también documentado por la arqueología en el sitio del Pucará de Chena y de Chada, ya que fue el último bastión inca estructural; aunque sabemos que se asomaron más al sur, no lograron penetrar el corazón de Arauco. Entonces, no solo es un acontecimiento digno de recordar; fue un suceso que permitió forjar un carácter que podría marcar el devenir de las generaciones futuras en las tierras del sur, puesto que esta unión atemporal sirve para fortalecer la rica historia del pueblo de Arauco
Durante la colonia fue evidente que los Mapuches —al igual que la mayoría de los pueblos ancestrales— sufrieron un mestizaje que con el paso de los años, décadas y siglos pasó a ser derechamente un sincretismo cultural (hoy es normal que los chilenos usen palabras mapuches sin cuestionar su uso). En algunos casos, la llegada de los extranjeros provocó el fin de algunas culturas indígenas, como fue el lamentable y trágico exterminio de los Selknam, siendo la peor cara de la barbarie europea en nuestro suelo del sur… No obstante, pese a este mestizaje, el pueblo mapuche resistió los embates y pudo controlar las fronteras de su tierra que tanto ama aún. La guerra de Arauco es el legado más fiel de la idea que estoy tratando de exponer.
Con todo, la guerra de Arauco permitió una vida fronteriza, logrando encausar el sincretismo. Parlamento tras parlamento, se fueron fraguando momentos de intercambios culturales únicos que le dan una fisionomía especial al sector sur de Chile. Empero, el paso del tiempo es inexorable y así llegamos a la independencia donde la persistencia mapuche en la Araucanía cobró más vigencia que nunca. Los españoles se fueron para siempre: Incas y españoles no lograron derrumbar el cerco ancestral. Los nuevos chilenos gobernados por una elite cerrada y prejuiciosa deseaban ocupar las tierras para unificar el país de forma territorial sin considerar las cosmovisiones. Avanzar sin miramientos.
Pese a todo, hay excepciones como la de Bernardo O’Higgins, quien consideraba la autonomía Mapuche como algo elemental y legal. Llegó a tener una gran fascinación genuina no solo en los dichos, pues en la práctica estudió y compartió con hijos de caciques forjando amistades duraderas. Sin duda, en las batallas de la emancipación, este proceder eternizará su admiración a Leftraru, considerando su legado y carácter para encausar en la Logia Lautarina un bastión secreto de apoyo para la causa revolucionaria.
La fiebre del oro, donde las tierras de Chile central fueron cruciales para producir trigo destinado a los Estados de América del Norte, dará inicio a la penetración del liberalismo económico que será oficializado como doctrina tras las ideas de Gustave Courcelle. Posteriormente, el consumo de la espiga dorada se hace interno y a gran escala. Con la primera gran migración hacia el norte salitrero, la gran interrogante será: ¿Dónde se cultivará el cereal? La respuesta: «En la Araucanía». Por consiguiente, se consideró una ocupación militar para conseguir los fines comerciales. El contexto fue un joven país inexperto que venía ya con algunas experiencias militares: las guerrillas de la independencia, la guerra civil del 29, la guerra contra la Confederación y, en medio, la guerra del Salitre; estas dos últimas, conflictos de empresarios. ¿Qué podría salir mal entonces bajo la óptica oficial?
Se puede advertir en la historiografía tradicional y conservadora-la mayoría en realidad-una visión deliberadamente negativa contra el pueblo Mapuche, que pasará a ser estigmatizado desde los ámbitos sociales, raciales y clasistas. Comenzaron a buscar la argumentación de esta pacificación —qué concepto más desafortunado— en usos peyorativos que lograron forjar una imagen del pueblo como una sociedad de flojos, vagos, alcohólicos y primitivos. Esto causó que la ocupación militar fuera vista con simpatía por parte del Estado. Una justificación burda pero efectiva; hay casos de compras de tierra por sumas irrisorias que prácticamente fueron ilegales… ¿Qué les importaba a los gobiernos de turno? Nada, perdón, sí; les interesaban sus tierras para mandar trigo al norte donde los obreros salitreros dejaban sus vidas a cambio de fichas en jornadas laborales brutales. Irónicamente, las ganancias de Chile con el salitre eran satisfactorias.
En definitiva, este momento histórico posee una dicotomía terrible: llamar pacificación a un baño de sangre. Fue una ocupación militar que no tuvo en vista el legado cultural, la cosmovisión y los derechos de estos hombres, que dentro de la lógica del siglo XIX republicano choca con varios principios liberales. Esta campaña militar para muchos puede ser el inicio del actual conflicto territorial, pero se equivocan; nunca será un punto de partida, pues la tierra pertenecía a los mapuches desde siempre y por derecho ancestral. El concepto empleado, «Pacificación», es el equivalente a lo que pasaba en Europa en el mismo siglo XIX, «Rol civilizador», que fue un eufemismo para tapar una brutal política de imperialismo y colonialismo que buscaba despojar de materias primas a continentes que hoy aún siguen sumidos en la pobreza extrema.
La pacificación fue para los gobiernos de la época civilizar a estos pobres indígenas con una actitud paternalista (hasta en la prensa), pero en realidad fueron treinta años de prácticas militares cruentas. ¿Por qué se sostuvo tanto tiempo este concepto en los libros de historia? Si bien algunos historiadores se prestaron para este fraude, no fueron todos; fue el Estado quien manipulaba los planes y programas de estudio. ¿Se imaginan que la historia se contara como realmente fue? No basta ejecutar una reparación histórica en un acto cívico donde los estudiantes se caracterizan con vestimentas originarias. ¿Ustedes creen que a los pascuenses les hace gracia ver cómo bailan sus danzas cuando los chilenos los cercaban para que pastaran las ovejas inglesas o dejaran gente enferma en la isla como un leprosario humano? Hagan la misma pregunta para todas nuestras etnias.
Es tiempo de hacer justicia, o al menos darle el beneficio de la duda al pueblo mapuche. Lo sano en la disciplina histórica es revisar nuevamente las fuentes, cuestionar a los autores clásicos y dar variados puntos de vista». Si ampliamos las visiones, cada cual podrá tener amplitud de argumentos o al menos escoger que visión le gusta y así poder tomar libros y estudiar con más detención los acontecimientos históricos.