Hay una situación de riesgo pero también de esperanza, por tratarse de la lengua de un pueblo vivo que urge por su reconocimiento.
Por Miguel Melin Pehuen, investigador de la Universidad de La Frontera.
25 de noviembre de 2024
La situación de peligro del mapuzugun se suele atribuir a dos grandes factores: por un lado, a razones exclusivamente lingüísticas, como la no transmisión intergeneracional, y por otro, a la presunción de paradigmas como el “evolucionista”, desarrollada por el profesor Tomás Guevara a inicios del siglo XX, señalando que los mapuche tendrían que despojarse de elementos constitutivos de su identidad para ser “civilizados”.
Sin embargo, es importante considerar que las raíces están en la desterritorialización ocurridas en Chile y Argentina a partir de campañas militares denominadas “Pacificación de la Araucanía” y “Campaña del desierto”, respectivamente, pues, hasta la existencia de la Frontera, el mapuzugun gozaba de vitalidad al interior del Wallmapu en un amplio espectro de actores, agentes y poblaciones fronterizos chilenos y mapuche; como vía y resultado de casi 300 años de intercambios diversos.
Ya en el siglo XX, con la migración forzada a Santiago, el empobrecimiento extremo, la desigualdad territorial mapuche, el castigo ejercido por el sistema educativo a los hablantes del mapuzugun, provocaron que los propios mapuche asumieran una determinada actitud (y lealtad) contraria a la transmisión del mapuzugun a las nuevas generaciones (dada su traumática experiencia). Consecuente pérdida de prestigio y estatus que están hoy a la base de esa situación de riesgo.
Pese a la inexistencia de una política estatal de revitalización lingüística, agrupaciones y familias vienen levantando proyectos de forma autogestionada o desde exiguos proyectos de alguna institución pública, lo cual se complementa con la visión de la vinculación persona -naturaleza (mapu-che)-, visibilizada en prácticas culturales en todo el Wallmapu. Elementos que franquean fuera del marco de todo estudio cuantitativo.
En conclusión, hay una situación de riesgo pero también de esperanza, por tratarse de la lengua de un pueblo vivo que urge por su reconocimiento.