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24 noviembre 2024

Homenaje de Mapurbe para Julio Huentekura

Mapurbe Guilitranalwe

JULIO HUENTEKURA
“..cada uno escribe sus propios actos y consecuencias,
porque nunca habrá un tribunal, ni menos,
quien valore las entregas anónimas” (Malulo Kalfio).

Fue cuando el sol bajó la guardia y se enterró en el mar, allá por Valpo, cuando llegó la muerte del día con su féretro noctívago, acá por Santiasko.
La noche se escondía en los pliegues de la niebla y nos miraba entre ceja y ceja, helando los huesos. Los cabros seguían allí en la esquina fumándose la vida y tragándose cuanta chicha había. Te vi temblando aquella vez al encender ese vicio, no sé si porque andabai de huelo o la dosis de vida se te fuera a acabar.
Una angustia letal latía en el estómago de la pobla esa vez. Noches de tormentosos tunazos a la luna llena. Añejas jornadas con la lora a todo chancho y el caminar solitario con la botella bajo la chaqueta. Así forjábamos la gruta a nuestra propia sentencia.
Cuando nos conocimos con el Julio Huentecura, empepa’os de fármacos hasta la euforia, fue en la Colo-colo, pariente cercana de La Herminda de la Victoria, su pobla. Ahí aliamos ácido sulfúrico con muday, la mejor mezcla y comentamos la apatía del carmín panorama de tanto mapurbe pica´o a flayte por las calles. Era nuestro día a día y noche a noche. Recuerdo que nos movían los excesos en esa post dictadura, cuentai´os de que nuestra juventud se iba a vestir de gala ante un cielo tricolor. Esa noche nos tatuamos kupalme y tuwun al calor del neumático quemado. El humo tiznaba los ojos dilatados por las pepas mientras bajabamos las botellas. Ahí fue que la radio caset que llevaba tu compa la domestiquearon y zas riña por los laberintos del barrio. Así es la calle y así nos conocimos, prevenidos de la traición y los invitados al fuego del amanecer.
El tiempo es de piedra pulida x el viento, erosiona épocas hasta asombrar en los momentos más inoportunos se nos pega de por vida o por muerte.
Te recuerdo con esa perso de mapuche lokateli, primitivo y rocker. La piel tatuada sangrando y espumando bronca con leche, porque algo de sano solapa nuestra ira.
Una pesadilla te tambaleo un día y como varios mapuche de esa generación, te volaste con las cenizas de los viejos muertos por las calles polvorientas, donde nos convidamos fuego para prender el hachis de la cosmovisión, como le dicen. Aprendimos a purruquear escuchando a los Fiskales Ad-Hoc y Deep Purple. Nos encintamos el trarilonko sobre nuestras cabezas reventadas de tanta cochiná y erguimos el wuiño como guitarras emulando a Sepultura en el Rock En Río, ese caudal de rebeldía y rock que organizaban los Odiokratas, allá en el parque del rio Mapocho.
Si bien es cierto que los muertos no pueden morir porque se evocan en la memoria. Hoy te recuerdo como uno de esos tantos mapuchones en búsqueda de su quinta pata debajo del asfalto. Ahora te acompañan tu ñuke, Alex Lemun, el Matias Katrileo, Mendoza Collío y tantos que se suman en esta lista de weichafes asesinados. A ellos no los conocí tanto como a ti, pues venimos de la misma sepa de barrio, del mismo destilado, vecinos cercanos, tapa`os de moscas y excesos, escuchando la misma miusik. Metimos las manos a la misma caca para cerciorarnos que era caca de verdad.
Por eso peñi, bien dicen que los muertos no pueden morir, no se les puede matar. Este 26 de septiembre se conmemora tu otro nacer. Tu otro ladrido a la luna; Sobre la Piedra.
Hace poco encontré un casset entre los escombros que dejó un terremoto y sacudió los muebles viejos. Se te quedó esa tarde mortal, bajando la tensión con pilsen y marihuana, mientras hacíamos los lienzos del Rock en Río, recuerdas? Salía la Renga, si, ese tema de la balada del diablo y la muerte junto a tu compilación de clásicos hard rock. Se lo pensaba entregar a tu hermana, la Toñita, que decí? Se lo doy?
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